Solemos pensar que los aeropuertos más peligrosos o complicados de operar están en zonas montañosas, y tiene sentido; altitud, relieve, meteorología adversa, etc. Pero no son pocos los aeropuertos a pie de playa que tienen peculiaridades, como sucede en algunas islas del Caribe.
En esta nueva entrega de Aeropuertos del mundo os traemos un aeropuerto que, pese a estar en una playa caribeña, tiene poco de placentero para las tripulaciones que allí operan. No sería extraño ver a más de un piloto sudar el uniforme tras aterrizar aquí.
Situado en la isla francesa de San Bartolomé (Saint-Barthélemy), el aeropuerto Gustaf III, así como su capital Gustavia, reciben su nombre en honor al rey sueco que tuvo bajo sus dominios la isla durante 100 años, gracias a un acuerdo comercial con Francia. En 1877 volvió a manos francesas al comprarla de vuelta por 80.000 francos de la época. La isla se segregó de Guadalupe en 2007 y pasó a ser una colectividad de ultramar dependiente de Francia. En la actualidad, la isla vive del turismo y recibe en sus 25 hoteles unos 200.000 turistas al año. Para entender la escala del turismo en la isla, la población local apenas supera los 9.000 habitantes.
En St. Barth si te quedas corto te estrellas contra la montaña,
si aterrizas largo te estrellas contra la playa.
La orografía de la isla solo permite encajar una pista muy corta, de 640 metros de longitud, y con una orientación peculiar que no permite despegues en ambos sentidos. La pista está situada en perpendicular a la playa, con un cerro al final de la misma. Esto hace que si se aterriza desde el mar (pista 28) no se pueda realizar un ‘motor y al aire’ y frustrar la aproximación, ya que al final de pista el terreno se eleva con una pronunciada pendiente hasta los 50 metros. Además, hay un par de riscos a ambos lados de la pista, creando un túnel en el que el aire turbulento puede poner en problemas a los pilotos.
Cuando se aterriza en la pista 28 se tiene que tener bien claro que se va a poder aterrizar, ya que no hay posibilidad de echarse atrás. Por supuesto, tampoco se pueden realizar despegues dicha pista, ya que requeriría un gradiente de ascenso inasumible para los aviones que allí operan. Por si fuera poco, dada la escasa longitud de la pista, los aviones deben ajustarse mucho en su aproximación y pasan muy cerca de la arena para tocar tierra lo antes posible.
En cambio, lo que hace que St. Barth sea tan especial es su aproximación a la pista 10; los aviones pasan tan cerca de la carretera que podrías tocar las ruedas con tus manos.
Los aviones que allí operan, pequeños turbohélices de unos 10 pasajeros como el DeHavilland DHC-6 Twin Otter y la Pilatus PC-12 y otros modelos de aviación general, deben pasar muy cerca de la carretera que discurre por el cerro (también llamado El Calvario) para, justo después, cortar gases y desplomarse hacia la pista.
El viento juega un papel muy importante, ya que si es muy turbulento puede desestabilizar la aproximación o impedir tomar tierra en el punto deseado. Algunos turbohélices son capaces de poner reversa en vuelo para descender mucho más y conseguir tomar tierra en la zona designada (el TDZ). Tomar en la Touch Down Zone es importante porque la longitud de pista es escasa. Si se va tomar tierra más allá de la TDZ se debe realizar, como norma general, un ‘motor y al aire’, ya que no habría distancia suficiente para frenar y el avión acabaría en la playa.
En el siguiente video podemos ver un claro ejemplo. En este caso parece que es una aproximación con mucha energía (alto y rápido), esto hace que el avión flote hasta consumir casi toda la pista. El procedimiento correcto hubiera sido meter gases y volver a despegar, nadie nunca chocó contra el aire.
En la actualidad operan varios vuelos comerciales entre islas de las Antillas, siendo Winair y St-Barth Commuter dos de las aerolíneas más comunes. Y lejos de lo que pudiera parecer, el aeropuerto está bastante concurrido.
En 2018 viajaron a St. Barth más de 140.000 pasajeros. Sería comparable a los números del aeropuerto de Vitoria durante el mismo año, siendo este último un aeropuerto convencional en el que operan jets de 100-200 pasajeros.
Debido a la dificultad de la operación y a la falta de iluminación de la pista sólo se opera durante las horas de luz, exceptuando despegues hacia el mar para emergencias médicas (aviones MEDEVAC). Además, los pilotos deben pasar por un proceso de entrenamiento específico para este aeropuerto y realizar varias aproximaciones en ambas pistas.
Si a todo esto le sumamos que, para la mayoría de aerolíneas que operan allí, únicamente el comandante puede aterrizar en St. Barth, nos damos cuenta de las limitaciones y dificultades que impone este pequeño aeropuerto caribeño.
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